“La princesa Vanesa era tan pequeña, solo medía un metro
veinte más o menos, y el Rey Ronaldo ‘El Largo’, con sus dos leguas de altura,
proyectaba una sombra tan larga en el suelo, que al verla la princesa Vanesa se
asustó y prefirió vivir con otro de sus pretendientes, el ardiente Dragón
Narigón.
El Rey, en lugar de secuestrarla, costumbre muy, muy, muy,
pero que muy fea que tenían los gigantes de aquella época, se echó a llorar.
Lloró, lloró y lloró encerrado en una almena de su castillo
y poco a poco fueron pasando los días, los meses, las estaciones, los años… y
al final, cuando se hubo vaciado por dentro, se sintió hambriento.
Y un gigante hambriento solo piensa en una cosa:
¡COMER!”
El Rey de la Montaña
Elena Catalán
Literatura Infantil
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